Los avances tecnológicos y la migración del campo a la ciudad supusieron profundos cambios en los pueblos segovianos. Las fraguas, que durante siglos habían sido fundamentales para la economía rural, empezaron a quedarse sin uso y sólo unos pocos herreros mantuvieron su actividad, legándonos sus talleres casi intactos, como ha ocurrido con la fragua de Castillejo.
También se ha conservado el potro de herrar, en el que se suspendía a los animales para poder colocarles las herraduras. Por eso, junto al potro se encuentra la vieja fragua en la que se forjaban además de estas herraduras, todo tipo de aperos para las labores del campo y elementos para la construcción como clavos, bisagras o cerraduras y, buena parte de estos objetos se conservan, en perfecto estado, en La Fragua de Castillejo.
Actualmente, hemos solicitado una subvención con cargo al Proyecto “2% Cultural” que nos permita devolverle a este espacio todo el esplendor que merece.